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El Gral. San Martín y el plan de operaciones de Mariano Moreno

El gran historiador cordobés, especialista en San Martín, escribió una nota especial del paso del General por Villa Allende y el Nogal Histórico, en el marco del 17 de agosto, día de conmemoración del Paso a la Inmortalidad.

Especiales 17 de agosto de 2022 Especial de Roberto Ferrero

Para empezar, habría que decir que el Plan Secreto de Operaciones” es indudablemente de Mariano Moreno. 

Quienes lo niegan lo niegan políticamente porque son historiadores liberales como Levene y Segretti, que desean preservar la imagen tradicional construida dogmáticamente de un Moreno como impoluto librecambista, libreempresista y partidario del periodismo “independiente”, que ya sabemos cuál es. 

Con la “Representación de los Hacendados” quieren ocultar el genial Plan, que es proteccionista y estatista. Mariano Moreno leyó bien la realidad que lo rodeaba: un país inmenso y desierto, puramente ganadero, sin burguesía industrial (ni siquiera manufacturera) capaz de llevar adelante una economía nacional. Genialmente vio el remedio: la intervención del Estado, única fuerza capaz de reemplazar la inexistencia de capitales nacionales. Su plan lo aplicaron plenamente Gaspar Rodríguez de Francia y los López en el Paraguay, con inmenso éxito, destruido hasta la raíz por el genocidio mitrista de la Guerra de la Triple Alianza.

Dicho esto, pasemos al segundo asunto: ¿Pudo haber conocido San Martín en la Estancia de Saldán (hoy Villa Allende) por medio de su ayudante y amigo Tomás Guido el Plan? Tomas Guido (con fallas en su vieja memoria) le dijo a su hijo, el poeta Guido Spano, que había convivido “dos o tres meses” en lo que hoy es Villa Allende con el Libertador, a mediados de 1814. Pero Efraín U. Bischoff ha demostrado con documentos de nuestro Archivo que no fue así, sino que Guido viajaba frecuentemente entre Córdoba y la entonces Estancia de Saldán haciendo diversas gestiones, pero no permaneció al lado de San Martín en forma continuada. Esto, por supuesto, no impide que en algunos de los días que permaneció en Saldán haya podido hacer conocer a su jefe tal Plan.

Pero ¿pudo haber conocido un plan secreto de esa envergadura el muy joven Guido, que no tenía funciones en la alta jerarquía gubernamental? Es dudoso. Me inclino a creer que San Martín se enteró del Plan de Mariano Moreno ANTES de estar en Saldán, cuando el General Belgrano le entregó, en enero de 1814 en la Posta de Yatasto, el mando del Ejército Auxiliar del Alto Perú (o Ejército del Norte). 

Muchos historiadores serios y competentes han afirmado que Belgrano también intervino en la confección del Plan, junto con Moreno, y que uno de los revolucionarios que conocían el Plan fue Juan José Castelli, que era primo de Belgrano. No hay documentación directa, ya que, como dijo Antonio Gramsci, las verdades y las historias de las masas y sus revolucionarios poseen un elevadísimo porcentaje de tradiciones y de oralidad, porque las masas no tienen intelectuales orgánicos les escriban sus hechos, como tienen las minorías dominantes en su intelectualidad adicta. 

Después de enero de 1814, sintiéndose enfermo, el Libertador pidió autorización para reponerse “en una estanzuela a cuatro leguas” de la ciudad de Córdoba, o sea en Saldán, localidades entre las que iba y venía Guido. Meses después, viendo que su salud mejoraba, pidió al Director Supremo don Gervasio Antonio de Posadas, que lo nombrara Gobernador de Cuyo para realizar sus ideas de atacar desde Chile el nido de los realistas: Lima y el Perú propiamente dicho. 

Y allá partió San Martin en septiembre de 1814 para aplicar el Plan de Moreno: fábrica estatal de armas, empréstitos forzosos a los ricos propietarios de Mendoza y San Juan, expropiación de las joyas… “donadas” por las damas mendocinas, construcción de canales de riego, impulso a la agricultura y otras medidas tan necesarias como éstas para el esfuerzo de guerra. ¿Fue una pura casualidad este paralelo entre las teorizaciones del Secretario de la Primera Junta Mariano Moreno y la praxis sanmartiniana? No lo creo: sería una casualidad muy grande.

Por Roberto Ferrero, historiador cordobés

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